martes, 4 de enero de 2011

Llueve

Acabo de terminar de leer el mejor regalo de estas navidades.

Era una sensación contradictoria, quería acabarlo, pero me gustaba demasiado.

Me ha dejado sensación de ser pequeñita (quizá lo soy, quién sabe.)

Un adulto de verdad no lo habría entendido, de eso se trata ¿no?

¿Por qué aspiramos a serlo entonces?

Nos perdemos tantas pequeñas historias. . .

Mi gran duda. . .¿Por qué intento parecer mayor con la persona que me hizo éste regalo?

Yo también quiero un cordero al que no le haga falta correa. ¿A dónde podría ir?

Una flor para cuidarla, en las noches y no se la lleve el viento ni el frío. Perder el tiempo con ella, puesto que entonces será importante. Será única.

Viajar. Hablar de las estrellas. Subir volcanes, en actividad o no, nunca se sabe.

Dar los buenos días y las buenas noches.

Quiero un zorro sin domesticar que me haga distinguir el ruido de unos pasos, el color del trigo, y me enseñe que las cosas esenciales son invisibles a los ojos.

Quiero 53 minutos para pasear tranquilamente hacia una fuente.

Y alguien que no rencuncie nunca a una respuesta.