jueves, 30 de diciembre de 2010

Adiós 2010.

Comienza el día, las ganas de quedarse un rato más en la cama. El tacto del edredón calentito.
Apagar el dichoso despertador que se ha caido y que nos hace salir de la cama en su búsqueda.
No escuchar un ruido, todo está en silencio, es demasiado pronto,
Poner música al mínimo volumen y parecer que suena a toda pastilla.
Buscar la canción más lenta del reproductor, entre paseos al baño y al zapatero.
Se oyen persianas que también despiertan.
Olor a café caliente, mientras las puertas del armario abiertas de par en par, nos hacen ver qué ropa elegir hoy. Yo tomo zumo. Y salgo corriendo al bus. Olvidándome siempre de algo.
(Despertar, es poner en práctica los 5 sentidos, sin haber cruzado la puerta de casa.)

Al fin y al cabo, un año son 365 (o 366) amaneceres.
Del resto del día y de la noche nos encargamos de moldear a nuestra manera.
Yo no puedo hacer balance de todos ellos. Los hize a mi modo. Y no hay vuelta.

Orgullosa de haber tenido 365 despertares, algunos duros, otros demasiado bonitos, ¿mágicos?
Y me encanta pensar que se avecinan otros tantos, sin miedo de dejar cosas atrás.
Las cosas no se pierden, se van. Irremediablemente.
Y las que de verdad quedan, sobretodo en la memoria, son con un amanecer bonito.

Que 2011 tenga un precioso amanecer.
El mío sonará asi: